Mephisto - 27 de noviembre de 2001

El rock siempre ha ido ligado al sexo y a las drogas. No conozco la vida sexual de la peña de Zen Guerrilla y Mermaid ni me importa, pero si puedo asegurar que saben lo que es el mundo de las drogas. Durante mi último encuentro con Zen Guerrilla, Andy (batería) me invitó a vodka y a maría, mientras que los Mermaid me invitaron a ácido la última vez que los vi. Por supuesto, en ambas ocasiones todos íbamos pasadísimos.

No podía ver sereno un concierto de ambas bandas, así que me planté en las inmediaciones del Mephisto con una botella del destilado más barato que encontré, con la intención de compartirla con algún amigo o conocido. No olvidé la costumbre que hay por aquí de saltarse a las bandas teloneras, pero pensé que con Mermaid no pasaría tal cosa dada su buena reputación. Me equivoqué y acabé fundiéndome la botella yo solo, ya que no estaba dispuesto a perderme al trío pamplonica.

Ante un ambiente extremadamente frío, yo cerca del escenario y el resto de gente varios metros atrás, Mermaid demostraron que son uno de los mejores grupos nacionales. Hacen un stoner garrulo liderado por Brainloster, cantante y gran guitarrista, y acompañado por una sección rítmica, Firehead al bajo y Leroy a la batería, de lo más potente.

Antes de empezar a tocar Zen Guerrilla me pedí un whisky solo con hielo. Lo comento porque la gente de primera fila pareció acabar hasta las narices de mi, que, entre el tremendo pelotazo y la bomba sónica que me estaban soltando los guerrilleros en la cara, no paré de agitarme y hacer el gilipollas durante toda la actuación, ¡me lo pasé teta! He de decir al repecto que creo que cualquiera tiene derecho a hacer el subnormal en las primeras filas del concierto de un grupo con tantas semejanzas con el punk. Pensaba que las filas próximas al escenario eran para los locos y las más lejanas para los apalancados, ¿ha cambiado ese rol?

Lo fuerte del caso es que el concierto fue explosivo, una locura altamente contagiosa de punk'n'blues psicodélico ante la que es imposible quedarse de brazos cruzados. Rich dispara riffs sin parar con descarada rapidez y ganas de descargar adrenalina, Andy golpea la batería con una asombrosa falta de clase, Carl manda desde el bajo sobre el resto con facilidad, poniendo orden al caos sónico en el que destaca tanto como el resto un gigantesco cantante de gospel distorsionado y paranoico llamado Marcus.

Sino los has visto nunca no se a que esperas. Yo es la cuarta vez que flipo con ellos, ¡y quiero más!

astro-man